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El anuncio en la entrada de la privada

Por - 28/09/2014

La falsedad de la aplicación mecánica como método general o ideal se puede demostrar aún en los casos aparentemente más sencillos. Imagine el lector una […]

 El anuncio en la entrada de la privada

La falsedad de la aplicación mecánica como método general o ideal se puede demostrar aún en los casos aparentemente más sencillos. Imagine el lector una advertencia en la entrada de un conjunto habitacional con el texto siguiente “Se prohíbe la entrada a toda persona ajena a esta privada”. Una norma en apariencia clara, enunciada imperativamente y que tiene por indudable finalidad el dirigir la conducta de los ajenos a la privada. Determinemos sus zonas de claridad y veamos si es posible encontrar penumbras:

Claridad:

  • Los habitantes de la privada pueden entrar. No son ajenos.
  • Los vendedores ambulantes no pueden entrar. Son ajenos.

Penumbra:

  • Los notificadores y actuarios judiciales.
  • Capacitadores-Asistentes Electorales.
  • Conductores de ambulancia.
  • Predicadores y misioneros.

Estos cuatro últimos, ¿pueden entrar?

En los dos primeros casos de penumbra nos encontramos con un mandato legal al pretender entrar al conjunto cerrado; la majestad del derecho, ¿será suficiente para permitir su entrada? El tercer caso se sustenta por la urgencia de mantener la vida humana. Y el cuarto caso, las personas de fe, llevadas por instrucción divina, ¿no están aún más autorizadas para su ingreso?

Es factible asumir que, en todos o varios de los casos anteriores, un guarda o administrador permitirá el ingreso. Sin embargo, no podemos dudar de que sean “ajenos a la privada”. Pero no tan ajenos para negar  sin duda su entrada. Por tanto, hay que interpretar el concepto de “ajeno”.

Siguiendo a Kelsen, debemos estimar que la norma es la disposición general y todas sus excepciones, que, como vemos en este caso, no parecen tan claras ni evidentes.

La claridad de la norma está en los ojos de quien la mira, no en el papel en que se encuentra escrita.


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