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Cambios constitucionales

Por - 16/10/2014

Las constituciones no son documentos muertos, ni testamentos perpetuos que nos han legado otras generaciones más sabias. Son normas vivas, que se interpretan cada día […]

 Cambios constitucionales

Las constituciones no son documentos muertos, ni testamentos perpetuos que nos han legado otras generaciones más sabias. Son normas vivas, que se interpretan cada día en los juzgados, en las altas  cortes, en las oficinas gubernamentales; son derechos que se reclaman lo mismo en un amparo que en una manifestación, son vida política que se discute lo mismo en cafés que en salones de clase.

Los textos constitucionales son producto de la ideología de sus autores, y de la cultura del momento en que se plasman; y por tanto, su entendimiento y significado también están marcados por los mismos avatares. Puede mantenerse inalterable un artículo por años, pero mudar de sentido; tal como ha pasado con el numeral 133 y el control de la constitucionalidad, supuesta por más de setenta años encargada a los jueces federales; y ahora se acepta depositada en todos los juzgadores del país.

Por tanto, no debe extrañarnos que, en sociedades pluralistas como las latinoamericanas, se planteen temas de debate constitucional que resultan de interés público. No se trata de normas técnicas de difícil entendimiento, destinadas sólo para los avezados en sesudas disciplinas, sino de reglas de convivencia, derechos fundamentales, y estructuras de poder, que a todos nos interesan.

Se debate en Uruguay el tema de la despenalización de las drogas, así como la posible reducción de la edad penal a los 16 años; en el reciente referéndum escoces, se permite el voto a todos los residentes, nacionales o no, a partir de la edad ya citada; los catalanes, en franco enfrentamiento con el gobierno central, convocan a una consulta similar el próximo 9 de noviembre, respecto de su permanencia en el estado español. Todos estos temas, dan cuenta de la importancia que tiene en la vida política (por tanto, de la “polis”, esto es, de todos) discutir las grandes decisiones que tienen cabida adecuada en una constitución.

Hong Kong, como parte de China, discute en las calles el tema de la democracia en la antigua colonia inglesa; los libios analizan la forma correcta de estructurarse como estado después de la caída del dictador, el recientemente reelecto Evo Morales, anuncia cambios necesarios y urgentes en el sistema de justicia. En México, se proclama la necesidad de consultar a los ciudadanos sobre el salario mínimo, la reforma energética y el número adecuado de legisladores plurinominales.

Hay en el mundo y en nuestro país un saludable debate sobre lo que deben ser nuestras máximas reglas de convivencia y gobierno. Debatir es necesario si queremos democracia, en un entorno sí de respeto, pero también de libertad para expresar las ideas sobre lo que debe ser, y debe entenderse, por la constitución contemporánea de la sociedad.


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