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Querétaro, discriminación y movilidad

Por - 15/08/2014

Con frecuencia en el discurso gubernamental se escucha que Querétaro rompe paradigmas, una especie de oasis en la que pueden ocurrir cosas que en otras […]

 Querétaro, discriminación y movilidad

Con frecuencia en el discurso gubernamental se escucha que Querétaro rompe paradigmas, una especie de oasis en la que pueden ocurrir cosas que en otras latitudes parecen impensables. Hay en particular un paradigma que valdría la pena romper y que implica grandes cargas de exclusión y de privatización de los espacios públicos: la ciudad orientada al automóvil.

El desarrollo de la ciudad de Querétaro y su zona metropolitana ha tenido una característica desde que comenzó el primer “boom” queretano tras la Segunda Guerra Mundial: ha sido pensada consciente o inconscientemente -es decir de forma deliberada o por desconocimiento de otras opciones- para que los traslados se realicen en automóvil.

Este diseño de ciudad orientado al automóvil tiene varios factores: la vivienda, las vialidades y la disponibilidad de estacionamiento para los automóviles. En el caso de la vivienda, esta se ha desarrollad de forma horizontal y al últimas fechas incluso en forma de condominios que ofrecen como ventaja competitiva estar completamente aislados del resto de la ciudad, bardados y con caseta de vigilancia.

Las vialidades, en su abrumadora mayoría tienen espacios deficientes para los peatones. Se escuchan campañas de repavimentación de calles, pero no de reparación de banquetas que son una suerte de colección de trampas y obstáculos, carentes de diseño para personas con discapacidad.

Las vialidades tampoco incluyen espacio para la movilidad en bicicleta, lo cual deja a los usuarios de este medio en riesgo de convivir con vehículos motorizados o de amenazar a los peatones.

El estacionamiento. Su disponibilidad es igual que la cantidad de banquetas en la ciudad. Los automovilistas podemos aparcar el vehículo prácticamente en cualquier sitio. Es más, es obligación reglamentaria de los locales comerciales proporcionar a los automovilistas espacios para estacionamiento, como condicionante para la concesión de licencias de funcionamiento.

Sin embargo, se pasa por alto un hecho jurídico básico. Los automóviles son una extensión de la propiedad privada cuyo uso en la vía pública debe ser regulado. Permitir el estacionamiento indiscriminado en las banquetas de la ciudad significa una especie de privatización de los espacios públicos. Aún más grave es que dicha privatización es en beneficio de una minoría: quienes somos propietarios de automóviles.

Revertir el paradigma de ciudad orientada al automóvil no solo es posible, es deseable y urgente para mantener el estatus de ciudad competitiva. Mantenerlo resulta altamente discriminatorio hacia las personas con menores ingresos, pues confina a la mayoría de los usuarios a opciones de movilidad ineficientes, relativamente costosas e inseguras y promueve la generación de gases de efecto invernadero que afectan a automovilistas y no automovilistas por igual.

En oposición está el Diseño Orientado al Transporte, altamente documentado en sus beneficios y políticas de instrumentación, y con grandes ejemplos internacionales, como Hong Kong -capital financiera asiática- donde el 16% de los viajes se realiza en automóvil, 46% en transporte público y 38% en bicicleta. (Ver http://mexico.itdp.org/wp-content/uploads/Desarrollo-Orientado-al-Transporte.pdf)

Es tiempo, no solo de creer que es posible cambiar la forma de diseñar la metrópoli, sino de actuar. De lo contrario, cada vez más la ciudad irá ahogándose en su propio éxito.


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